Perversa paradoja: doble beneficio para constructores y arquitectos presuntamente negligentes.

Los efectos destructivos del terremoto de Lorca se vieron incrementados notablemente por dos circunstancias muy diferentes, una de carácter natural: la extraordinaria superficialidad del epicentro y otra,  por la acción (mejor inacción o mala actuación) humana: la pésima calidad constructiva de edificios y viviendas de reciente ejecución.

Ante las desatadas fuerzas de la naturaleza- de una intensidad de 5’2 grados en la escala Richter, se pasó a 7 en sus devastadores efectos por la rara posición de su punto central- . No cabe más que doblegarse, para después adaptarse a sus consecuencias y después reponerse (arreglarlo todo) con la preceptiva ayuda de autoridades locales, autonómicas,  nacionales y europeas y la solidaridad de  vecinos, paisanos y foráneos.

Ante la intervención del hombre, avara y maliciosa, en este caso como en muchos otros, cabe fundamentalmente depurar la responsabilidad de los culpables ante los órganos judiciales. Pero ese proceso será lento, casi interminable. Para nuestra desgracia, este es uno de los graves problemas que afectan a nuestro sistema judicial.

Entre tanto, los constructores y técnicos (arquitectos y peritos…) que ejecutaron y certificaron la idoneidad de los edificios que se han derrumbado o que hay que demoler por graves fallos estructurales, van a participar, si nadie se lo impide, en la reconstrucción de Lorca ¡Se van a enriquecer, de nuevo, reconstruyendo aquello que ellos mismos edificaron mal!

Los ciudadanos de Lorca, tienen perfectamente identificados a los supuestos responsables de las edificaciones deficientes en sus características sismorresistentes. Ciertamente debería constituirse una comisión – hoy más que nunca, ya que una gran mayoría estamos indignados de alguna forma – integrada por algunos afectados (todos lo son en mayor o menor medida) y excluidos de la misma, constructores, técnicos e integrantes de la Administración española (responsables también por su falta de vigilancia), que señalase a esos  malhechores  a través de la denuncia de los mismos en los medios de comunicación nacionales y ante Organismos o Tribunales Internacionales.

Cautelarmente, hay que impedir que los causantes del daño se enriquezcan, otra vez, a costa de las victimas de su engaño, participando en la reconstrucción.

Naturaleza desatada. Tsunami en Japón

Estúpidos anuncios

Que la publicidad lo invade todo, es un hecho incontestable en las sociedades avanzadas, donde el consumo y el mercado rigen la actividad de individuos y gobiernos.

Que los anuncios publicitarios sean arte o al menos una expresión artística, es una opinión más controvertida, aunque cabria afirmar, una vez desprovistos de su afán mercantilista, que alguno de ellos son o forman parte de las artes audiovisuales. No es raro que grandes cineastas filmen videoclips de esa naturaleza para grandes firmas comerciales, o al contrario, que un gran número de realizadores publicitarios o formados en ese ámbito intenten, con mayor o menor éxito, pasar a rodar películas que por sí mismas forman parte del séptimo arte.

Tampoco se puede, por tanto dudar, que unos pocos anuncios sean de una gran belleza, sensibilidad o calidad artística y que otros sean sorprendentes, graciosos o incluso inteligentes.

Pero desde luego de lo que no cabe ninguna duda, es que muchos de ellos son sexistas, de ínfima calidad  y/o estúpidos. Hasta tal punto que ofenden al espectador que, harto de soportar el constante bombardeo al que le someten  los anunciantes, tiene además que asistir impasible a como se menosprecia su entendimiento.

Desde hace varios años vemos cómo una cadena de venta de electrodomésticos, productos informáticos y otros aparatos electrónicos llama expresamente tontos a todos los que no compran en sus tiendas: Yo no soy tonto proclama su eslogan, siempre que compres en sus comercios, claro, si lo haces en otros, eres imbécil, se deduce.

Por otra parte, se sabe que aprenderse de carrerilla el listín telefónico es una proeza al alcance de unos pocos y que tal esfuerzo contribuye de algún modo al desarrollo de nuestras capacidades cognitivas, en especial la memoria  ¡pero vamos! que desarrolles tu inteligencia (legal) llamando al número de teléfono de una compañía de asesoramiento jurídico ¡es el colmo! “Desarrolla tu inteligencia legal llamando a…” no entiendo, por más que me esfuerzo, en cómo puedo mejorar mi intelecto marcando un solo número telefónico. La conclusión es la misma, si no lo entiendes y no llamas, ¡ eres idiota!

Estos pajarracos no quieren reglas que limiten sus abusivas y malas prácticas comerciales: publicidad engañosa, subliminal o sexista,  no se conforman con todo esto, ni con invadir nuestro espacio visual o radiofónico, si no que incluso, nos insultan.

De profesión: mis labores.

     Últimamente respondo así a quien me pregunta por mi profesión, o también lo hago con este otro tópico de parecida carga machista, cuando alguien me interpela sobre mi dedicación actual. Me dedico, respondo, a las tareas propias de mi sexo.
     Con estas respuestas tan fuera de lugar (en apariencia) quiero justificar porque llevo varios meses sin colgar  ningún escrito en mi bitácora. Básicamente son dos los motivos:
     Por un lado, un cierto hartazgo por mis vanos intentos de publicar algunos de mis artículos en periódicos de tirada nacional.
     Por otro, la falta de tiempo para ocuparme de la gestión de mi blog, debido a que últimamente me ocupo de eso, de las tareas propias de mi sexo. Recientemente dos de mis hijas se han venido a vivir conmigo, lo que me causa gran felicidad y no pocas ocupaciones: preparar desayuno, comida y cena. Hacer la compra, limpiar (lo que ve la abuela) y ordenar la casa. Lavar y tender la ropa, plancharla (casi nunca). Apoyar diariamente el estudio de ellas, en aquellas materias de las que algo se (de otras ni puñetera idea).

     No me lo explico, no me puedo imaginar de donde saca tiempo, ni ganas, el sexo débil para leer o escribir unas líneas después de hacer todo aquello,  además de trabajar  fuera de casa y de realizar otras muchas labores patriarcalmente asignadas. Hay muchas que lo hacen, y hasta encuentran tiempo y ganas para ser unas amantes apasionadas.
     Algo más experimentado en estas lides y por tanto más organizado, voy a tratar de recuperar mi actividad internética con más ímpetu y renovados brios.

     ¡Aleluya! Definitivamente me he travestido.

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