Archive for mayo, 2009

           SOBRE LA MAYORIA DE EDAD

           No hace mucho tiempo, en este país, las mujeres jamás la alcanzaban.  Parecería que Franco hizo real, para ellas, el sueño de la eterna juventud, pero no, no nos confundamos, mas que vivir uno, en realidad se sufría una pesadilla: cualquiera que fuese su edad, la mujer necesitaba, durante toda su vida,  la autorización de un varón (padre o marido) para realizar un sinfín de actos normales en la existencia de cualquier  individuo. Sin el permiso de un macho no podían, por ejemplo, comprar una casa ni mucho menos venderla.

          Para otro tipo de asuntos, veintitrés años era el límite a partir del cual se reconocía que las hembras alcanzaban su mayoría, mientras que para el hombre – ya sabemos que maduran mucho antes que la mujer – se establecía en veintiún años.

 

          Como vemos, la respuesta a la cuestión sobre la edad en la que se es mayor, o expresada en términos jurídicos, sobre la edad a la que se tiene plena capacidad de obrar, no es pacífica en el tiempo, depende de la época en la que se viva, ni aséptica, siempre hubo una intencionalidad ideológica en su regulación y casi siempre en contra de la independencia e igualdad de la mujer.

           Hoy, según las leyes españolas, cualquier persona – incluso la de sexo femenino-  con dieciséis años, sin necesidad de permiso paterno ni materno, puede dar un riñón, una parte de su hígado o un pulmón, puede decidir también,  tener relaciones sexuales con el cura de la parroquia o quedarse embarazada del vecino de enfrente.

          Y, si puede decidir por sí sola todas estas cosas – sin que hasta ahora nadie se haya escandalizado por ello- ¿no podrá interrumpir ese embarazo? ¿no podrá abortar ? o lo que  es más grave si cabe ¿no podrá tomarse la píldora del día después?.

          Esta píldora, por lo que sabemos y contrastamos con algún amigo farmacéutico, tiene menos efectos secundarios que los anticonceptivos orales femeninos y para que se entienda también por los varones, tiene menos contraindicaciones que la aspirina. No siendo además,  para vergüenza de la jerarquía católica y sus acólitos, un abortivo, porque según su propio pensamiento, hay vida desde el mismo instante de la fecundación del óvulo. Pues bien, con esta pastilla del día después lo que se produce es la bajada de la menstruación, la eliminación del óvulo, precisamente antes de su fecundación, por tanto aún no hay vida.

          Dejemos pues, con talante cristiano, sin espanto ni doble moral, sin egoísmo ni machismo, que las personas a las que la Ley les reconoce capacidad de obrar en esas cuestiones; decidan sobre ellas por sí mismas. Otra cosa es, que esos chicos de dieciséis años de edad quieran pedir ayuda o consejo a sus padres, amigos o al cura de la parroquia.

 

 UNA BESTIA ENTRE NOSOTROS 

        Como aseguran  expertos y analistas del fenómeno de la violencia de género, los casos que terminan  con la muerte de la mujer o incluso los que lo hacen en el juzgado, son solo la punta del iceberg de un gran numero de ellos que no llegan a la  opinión pública porque, durante un largo periodo de tiempo -a veces toda una vida- , el maltratador consigue, con la connivencia vergonzante  de parte de su entorno social, que sus actos no se conozcan, o sea, que no trasciendan al ámbito de las relaciones  de pareja o como mucho, al de las familiares.

         El problema al que nos enfrentamos es de tal magnitud  y trascendencia social que exigiría la adopción de medidas que fueran mucho más allá de la aplicación exitosa, y ojalá esta se consiga, de la Ley Integral contra la Violencia de Genero.

        El maltratador  es un perro, una rata, una víbora, en fin, es una bestia; pero tambien es un ser cobarde, rastrero, cínico, infame, ruin y además no es humano, es un ser si, pero como mucho es un animal de alguna de las especies mencionadas o de alguna otra de peor catadura.

       ¿Quien quiere tener como jefe, vecino, empleado, amigo o compañero a una mala bestia como esa? Mantenemos que individuos de esa calaña producen daños incalculables a su entorno familiar y laboral y por ende a  toda la  sociedad. Al tratarse de seres envidiosos, cínicos y discriminatorios solo pueden transmitir sensaciones negativas, desconfianza y malestar entre compañeros y amigos y multitud de problemas más de cuya existencia no somos conocedores por la gran habilidad y capacidad de mentir que sin duda ellos poseen.

        Como vemos el problema no se circunscribe a sus relaciones familiares y concretamente de pareja, esta dimensión siendo la más dolorosa e intolerable no abarca toda la magnitud del mismo. La sociedad en su conjunto es la principal víctima de los maltratadores y la única manera que tiene de defenderse es, en mi opinión, identificar a estos enemigos públicos. Es primero su entorno: familiares, médicos o vecinos quien habrá de señalarlo mediante denuncia interpuesta por los mismos o a través de algunas de las asociaciones cívicas existentes o que se creen a tal efecto. Y después, tras un largo proceso será la autoridad judicial quien habrá de notificar la sentencia condenatoria por violencia de género no solo a las partes (maltratada y/o denunciante y maltratador) sino también, al menos, a su entorno familiar y laboral. Esto es, todos debemos  saber que aquel compañero con el que compartimos trabajo, ocio o deporte se comporta en su casa como un cafre, de este modo conseguiríamos,  por una parte, proteger mejor a la mujer o menor maltratado y por otra ejercer una especie de reprensión pública que empuje a la bestia a rehabilitarse y reinsertarse o a que rehaga su vida en otra ciudad, otro país  u otro mundo.

         Honestamente pensamos que se deberían publicar fotos de los condenados por maltrato (al igual que se hace con los terroristas perseguidos) aunque esta medida es muy controvertida porque, entre otras razones haría casi imposible la rehabilitación de estos sujetos. Bastaría con la notificación expuesta para lograr una mayor eficacia en la lucha contra la violencia de género. Intentarlo no estaría de más, precisamente en un ámbito donde cualquier medida novedosa, aun siendo osada, debe ser bien recibida, siempre que sea legitima.