Sol y playa (y toros)

     Tercera semana de Agosto, costa mediterránea, día soleado y caluroso, una hora de atasco para llegar al mar y playas abarrotadas – no cabe ni un alfiler, qué decir de una sombrilla – …

Francia I

     ¿Dónde estamos?

     Pués en cualquier lugar del sur o del levante español. La pregunta es muy fácil de responder para quienes hemos padecido y luego observado durante años, ese masoquista fenómeno de afluencia masiva a las playas de nuestro litoral. Sin embargo la respuesta es errónea, la descripción hecha al principio no se refiere a ningún enclave turístico español si no francés.

     En concreto nos referimos a Agde, población costera a la altura de Béziers en la región de L´ Hérault que posee dos tremendas urbanizaciones turísticas llamadas Le Cap- d’Agde y Le Grau d’Agde. En la primera, encontramos uno de los mayores y más antiguos centros naturistas de toda Europa – allí transcurría parte de la trama de la controvertida novela de Michel  Houellebecq «Las Partículas Elementales». Pero de este lugar, su fauna y sus «flores» ya hablaremos en otro momento.

     Cuando nos vimos inmersos en este caos turístico-playero, no podíamos imaginar que nos encontrábamos en la exclusiva y exquisita Francia o quizás, habría que reservar esos adjetivos para Paris, su capital. Por otra parte, porqué nos habían hecho creer que el turismo de sol y playa era un invento español o que la masificación de nuestras costas se debía a que este era el único atractivo que poseíamos  o sabíamos explotar.

     Desconocemos el motivo por el cual las autoridades turísticas franquistas (Fraga a la cabeza) se empeñaron en que los españoles asumiéramos, como propio, este equívoco planteamiento; pero de lo que estamos seguros hoy, es de que los turistas franceses, italianos, ingleses, alemanes…, en especial los dos primeros, vinieron y vienen a España en busca de sol y playa porque en las suyas no caben (como muestra un botón: monsieur Houellebecq reside actualmente en Cabo de Gata).

     Nada como viajar tranquilamente y con «el parpado abierto» para derribar tópicos. Hasta el de los toros, nuestra fiesta nacional, se nos derrumbó. ¿Cuántos pueblos y ciudades del sureste francés celebran corridas y festejos taurinos? Las fiestas locales de alguno de ellos como Millas (junto a Perpignan), donde tenemos algunos amigos, están dedicadas al toro (y al vino): celebran novilladas, visten de blanco y con pañoletas rojas, desde hace años el cartel de las fiestas gira en torno al toro y se organizan exposiciones de pintura con ese motivo…

     Y, desde luego, mucho mejor sería  cultivar el carácter transnacional de los toros (y otras fiestas) si se quiere fomentar una idea de civilización europea, más que un enfoque exclusiva y excluyentemente nacionalista (véase en esta misma bitácora el escrito de treinta de Junio pasado:  «Darse de baja de la civilización europea» ). 

Francia II