SOBRE LA MAYORIA DE EDAD

           No hace mucho tiempo, en este país, las mujeres jamás la alcanzaban.  Parecería que Franco hizo real, para ellas, el sueño de la eterna juventud, pero no, no nos confundamos, mas que vivir uno, en realidad se sufría una pesadilla: cualquiera que fuese su edad, la mujer necesitaba, durante toda su vida,  la autorización de un varón (padre o marido) para realizar un sinfín de actos normales en la existencia de cualquier  individuo. Sin el permiso de un macho no podían, por ejemplo, comprar una casa ni mucho menos venderla.

          Para otro tipo de asuntos, veintitrés años era el límite a partir del cual se reconocía que las hembras alcanzaban su mayoría, mientras que para el hombre – ya sabemos que maduran mucho antes que la mujer – se establecía en veintiún años.

 

          Como vemos, la respuesta a la cuestión sobre la edad en la que se es mayor, o expresada en términos jurídicos, sobre la edad a la que se tiene plena capacidad de obrar, no es pacífica en el tiempo, depende de la época en la que se viva, ni aséptica, siempre hubo una intencionalidad ideológica en su regulación y casi siempre en contra de la independencia e igualdad de la mujer.

           Hoy, según las leyes españolas, cualquier persona – incluso la de sexo femenino-  con dieciséis años, sin necesidad de permiso paterno ni materno, puede dar un riñón, una parte de su hígado o un pulmón, puede decidir también,  tener relaciones sexuales con el cura de la parroquia o quedarse embarazada del vecino de enfrente.

          Y, si puede decidir por sí sola todas estas cosas – sin que hasta ahora nadie se haya escandalizado por ello- ¿no podrá interrumpir ese embarazo? ¿no podrá abortar ? o lo que  es más grave si cabe ¿no podrá tomarse la píldora del día después?.

          Esta píldora, por lo que sabemos y contrastamos con algún amigo farmacéutico, tiene menos efectos secundarios que los anticonceptivos orales femeninos y para que se entienda también por los varones, tiene menos contraindicaciones que la aspirina. No siendo además,  para vergüenza de la jerarquía católica y sus acólitos, un abortivo, porque según su propio pensamiento, hay vida desde el mismo instante de la fecundación del óvulo. Pues bien, con esta pastilla del día después lo que se produce es la bajada de la menstruación, la eliminación del óvulo, precisamente antes de su fecundación, por tanto aún no hay vida.

          Dejemos pues, con talante cristiano, sin espanto ni doble moral, sin egoísmo ni machismo, que las personas a las que la Ley les reconoce capacidad de obrar en esas cuestiones; decidan sobre ellas por sí mismas. Otra cosa es, que esos chicos de dieciséis años de edad quieran pedir ayuda o consejo a sus padres, amigos o al cura de la parroquia.