Como aseguran expertos y analistas del fenómeno de la violencia de género, los casos que terminan con la muerte de la mujer o incluso los que lo hacen en el juzgado, son solo la punta del iceberg de un gran numero de ellos que no llegan a la opinión pública porque, durante un largo periodo de tiempo -a veces toda una vida- , el maltratador consigue, con la connivencia vergonzante de parte de su entorno social, que sus actos no se conozcan, o sea, que no trasciendan al ámbito de las relaciones de pareja o como mucho, al de las familiares.
El problema al que nos enfrentamos es de tal magnitud y trascendencia social que exigiría la adopción de medidas que fueran mucho más allá de la aplicación exitosa, y ojalá esta se consiga, de la Ley Integral contra la Violencia de Genero.
El maltratador es un perro, una rata, una víbora, en fin, es una bestia; pero tambien es un ser cobarde, rastrero, cínico, infame, ruin y además no es humano, es un ser si, pero como mucho es un animal de alguna de las especies mencionadas o de alguna otra de peor catadura.
¿Quien quiere tener como jefe, vecino, empleado, amigo o compañero a una mala bestia como esa? Mantenemos que individuos de esa calaña producen daños incalculables a su entorno familiar y laboral y por ende a toda la sociedad. Al tratarse de seres envidiosos, cínicos y discriminatorios solo pueden transmitir sensaciones negativas, desconfianza y malestar entre compañeros y amigos y multitud de problemas más de cuya existencia no somos conocedores por la gran habilidad y capacidad de mentir que sin duda ellos poseen.
Como vemos el problema no se circunscribe a sus relaciones familiares y concretamente de pareja, esta dimensión siendo la más dolorosa e intolerable no abarca toda la magnitud del mismo. La sociedad en su conjunto es la principal víctima de los maltratadores y la única manera que tiene de defenderse es, en mi opinión, identificar a estos enemigos públicos. Es primero su entorno: familiares, médicos o vecinos quien habrá de señalarlo mediante denuncia interpuesta por los mismos o a través de algunas de las asociaciones cívicas existentes o que se creen a tal efecto. Y después, tras un largo proceso será la autoridad judicial quien habrá de notificar la sentencia condenatoria por violencia de género no solo a las partes (maltratada y/o denunciante y maltratador) sino también, al menos, a su entorno familiar y laboral. Esto es, todos debemos saber que aquel compañero con el que compartimos trabajo, ocio o deporte se comporta en su casa como un cafre, de este modo conseguiríamos, por una parte, proteger mejor a la mujer o menor maltratado y por otra ejercer una especie de reprensión pública que empuje a la bestia a rehabilitarse y reinsertarse o a que rehaga su vida en otra ciudad, otro país u otro mundo.
Honestamente pensamos que se deberían publicar fotos de los condenados por maltrato (al igual que se hace con los terroristas perseguidos) aunque esta medida es muy controvertida porque, entre otras razones haría casi imposible la rehabilitación de estos sujetos. Bastaría con la notificación expuesta para lograr una mayor eficacia en la lucha contra la violencia de género. Intentarlo no estaría de más, precisamente en un ámbito donde cualquier medida novedosa, aun siendo osada, debe ser bien recibida, siempre que sea legitima.
Por una parte las recientes noticias en el caso Gescartera sobre la sentencia en la que se condena a Antonio Camacho y sus secuaces y en la que se constata la desaparición sin rastro ni señal de 88 millones de euros, cantidad que expresada en las antiguas pesetas equivale a unos 15.000 millones, lo que dicho en estos términos permite, a los españoles de a pie, apreciar mejor la magnitud de ese desfalco.
Y, por otra, el auto judicial en el que el juez instructor del “ caso Malaya “ decreta la libertad bajo fianza de un millón de euros de Juan Antonio Roca al que el propio magistrado le calcula una fortuna personal de, al menos, 200 millones de euros, lo que equivale a unos 32.000 millones de pesetas. Le sobran, por tanto, 199 millones de euros para pagar dicha fianza.
Me han llevado a plantearme, tal y como hacíamoscuando cursábamos la carrera de Derecho, antes de iniciar arduos debates y profundas reflexiones sobre esta misma cuestión, la eterna y redundante pregunta: ¿ Es justa la Justicia ? para responderme a continuación del mismo modo en que lo hacíamos entonces: No, en absoluto lo es cuando deja sin el merecido yproporcional castigo tan exorbitantes delitos y a sus autores.
Al margen de numerosas consideraciones que avalan esta tesis, quiero apoyarme hoy en el hecho de que los delincuentesde guante blanco, esto es, aquellos que para la comisión de sus delitos no emplean la fuerza física si no el engaño, el trafico de influencias , el cohecho, la apropiación indebida, el fraude fiscal , la ingenieríafinanciera….si son procesados y condenados, cosa harto difícil por cierto, mientras cumplen su condena viven como reyes y al término de la mismase benefician del producto de su actividad delictiva, de manera que la imagen que se transmite a la ciudadanía es que robar, estafar y defraudar sale barato, sale a cuenta. Estos delincuentes son ricos y disfrutan de esas riquezas, estos sinvergüenzas están encantados con nuestro sistema judicial y con sus penas, solo hay que ver sus cuidadísimas jetas de aviesa satisfacción para ver que esto es así.
¿Donde esta la pasta ? : perdida en un entramado de sociedades, en una caja fuerte, en un paraíso fiscal o en todos esos sitios a la vez. Si como parece es tan difícil recuperar ese dinero ylos autores, obviamente no colaboran en ello es necesario acometer una reforma de nuestro Código Penal o al menos de su sistema punitivo , es decir, del conjunto de penas y sanciones que se imponen por la realización de hechos o actividades delictivas. A estos chorizos hay que castigarlos con penas que verdaderamente sean ejemplificadoras, sanciones que desanimen a cualquiera a la hora de cometer esos delitos y que transmitan a la sociedad la certeza de que esas conductas no traen cuenta y no salen baratas sino muy caras, porqué su realización les va a acarrear la privación de lo que mas desean y persiguen con esas actividades ilícitas que es el dinero para vivir como en los seriales televisivos de ricos.
La pena que habría que imponerles junto a las demás que procedan es, nada más y nada menos, que la de declararlos “pobres de solemnidad”, es decir que durante el resto de su vida tendrán que vivir humildemente, ellos y quienes con ellos convivan.
Aunque a primera vista pueda parecer un castigo muy benigno estoy seguro de que para ellos sería mucho mas grave y disuasorio que incluso la privación de libertad por un cierto tiempo.
Se acabaron las grandes mansiones, los lujosos coches, los yates y los jets simplemente van a tener que vivir como gente normal, como tantos millones de españoles. No creo que esta pena sea tan difícil de aplicar y desde luego es proporcional a la ilegalidad cometida, creo además que seria ejemplar y cuando menos trasmitiría una impresión de justicia de la que tan necesitada esta nuestro sistema judicial.
LA JUSTICIA o la consecución de la misma no es un objetivo en si mismo, aprehenderla como un logro final es ilusorio, creo sin embargo que es un camino, en la medida en que se produzcan avances, recorriéndolo podremos afirmar que disfrutamos de un sistema judicial justo.